lunes, 29 de octubre de 2018

FIESTA DE SAN JUAN PABLO II 2018


FIESTA DE TODOS LOS SANTOS Y TODOS LOS DIFUNTOS 2018

La solemnidad de Todos los Santos como la conmemoración de los Difuntos, son dos celebraciones que recogen en sí, de un modo especial, la fe en la la vida eterna. Y aunque estos dos días nos ponen delante de los ojos lo ineludible de la muerte, dan, al mismo tiempo, un testimonio de la vida.

El hombre, que según la ley de la naturaleza está "condenado a la muerte", que vive con la perspectiva de la destrucción de su cuerpo, vive, al mismo tiempo, con la mirada puesta en la vida futura y como llamado a la gloria.

La solemnidad de Todos los Santos pone ante los ojos de nuestra fe a todos aquellos que han alcanzado la plenitud de su llamada a la unión con Dios. El día que conmemora los Difuntos hace converger nuestros pensamientos hacia aquellos que, dejado este mundo, esperan alcanzar en la expiación la plenitud de amor que pide la unión con Dios.

Se trata de dos días grandes para la Iglesia que, de algún modo, "prolonga su vida" en sus santos y también en todos aquellos que por medio del servicio a la verdad y el amor se están preparando a esta vida.

Por esto la Iglesia, en los primeros días de noviembre, se une de modo particular a su Redentor que, por medio de su muerte y resurrección, nos ha introducido en la realidad misma de esta vida.

Juan Pablo II


Oración del Papa Francisco por los difuntos

 Dios de infinita misericordia,
 confiamos a tu inmensa bondad
 a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,
 donde tú esperas a toda la humanidad,
 redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,
 muerto en rescate por nuestros pecados.

 No mires, Señor,
 tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
 con las que nos presentaremos ante el tribunal
 para ser juzgados para la felicidad o la condena.

 Míranos con la mirada piadosa
 que nace de la ternura de tu corazón,
 y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.

 Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,
 donde ya no puede haber arrepentimiento.

 Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,
 y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental
 o no han tenido manera de arrepentirse
 ni siquiera al final de su vida.

 Que nadie tenga el temor de encontrarte
 después de la peregrinación terrenal,
 en la esperanza de ser acogidos
 en los brazos de la infinita misericordia.

 La hermana muerte corporal
 nos encuentre vigilantes en la oración
 y llenos de todo bien,
 recogido en nuestra breve o larga existencia.

 Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,
 sino que en todo nos sostengas
 en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.
 Amen.