“…no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros…”
Buenos días Señor a Ti el primero. Al leer hoy tu Palabra me pregunto: ¿Cómo doy testimonio de ti? ¿Qué hace de un creyente ser profeta? ¿Qué me pides como profeta de tu reino? Y sé que quieres que más que profeta sea profecía, anuncio comprometido, denuncia subversiva, alegría desbordante, optimismo movilizador y esperanza fundamentada. Y sé que quieres que afronte con serenidad el rechazo que vivo cuando te vivo, el rechazo que experimento cuando te anuncio, el rechazo que en mi propia “tierra” veo que causa la radicalidad de tu mensaje y el escándalo de la cruz. Al leer hoy tu Palabra me pregunto: ¿Qué tipo de profeta soy? ¿Qué genera en mí ser profeta? ¿Qué me exige ser profeta? Y me doy cuenta que a veces me puede la cobardía o la incoherencia o mi falta de autenticidad y valentía. Y me doy cuenta de que confías siempre en mí. ¡Mucho más de lo que a veces creo! ¡Mucho más de lo que a veces aprovecho! ¡Mucho más de lo que a veces me merezco! Señor, hazme profeta. Hazme profecía. Señor, que no tema tanto el rechazo como la esterilidad que produce hacer lo de siempre, lo que todos, lo que se lleva… simplemente por evitar el conflicto y la reacción que provoca escuchar tu Palabra y ponerla en práctica, ponerla en práctica y dar testimonio profético de que lo de tu reino es verdad y vida verdaderas. Así sea
Buenos días te doy. Si miro a tus ojos el Amor nos une en el Señor. Buenos días te doy.
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