Bienaventurados los que se sienten pobres y sencillos y se abren a Dios y a los demás en busca de ayuda.
Bienaventurados los que se interesan de verdad por los sufrimientos y las desgracias ajenas.
Bienaventurados los que saben llorar con los que lloran y alegrarse con los que gozan, porque no tienen un corazón de piedra sino de carne.
Bienaventurados los que saben concretar y expresar su amor a Dios en el amor al herma-no y sobre todo al enfermo, al excluido y al que está solo.
Bienaventurados los que son sensibles ante todo tipo de pobreza y marginación.
Bienaventurados los que están dispuestos a perdonar y dialogar, siempre abiertos a la reconciliación; porque saben escuchar con atención y comprender las razones de los demás.
Bienaventurados los que tienen un corazón tan grande y noble que son capaces de amar a los enemigos.
Bienaventurados los que buscan y construyen la paz sobre la verdad, siempre con medios pacíficos.
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