Uno de esos símbolos, presentado por Pedro en su Carta a la Iglesia, tiene esa característica. El habla de Cristo como “la piedra viva” por excelencia. Y, a la vez, menciona a los bautizados o discípulos de Jesús como “piedras vivas” que van entrando en el templo espiritual. ¿Cómo puede una piedra, objeto inanimado, recibir la connotación de viva?
El autor sagrado se vale de esta imagen y símbolo para destacar la necesidad de reconocer a Cristo como el fundamento esencial de la Iglesia, del templo espiritual inaugurado con su Pascua.
Es la piedra angular sobre la cual se van cimentando las columnas y los ladrillos. Estos ladrillos son los creyentes, denominados también “piedras vivas”. Si bien es una imagen particular, lo que se nos quiere señalar es cómo cada uno de los discípulos de Jesús está unido a Él, piedra básica y también viva. No se trata del edificio de materiales de construcción. Es el nuevo edificio construido con la participación de todos los seguidores de Jesús y del cual Él mismo es su fundamento. Queremos construir el sueño de Dios: una comunidad, una familia que vive en justicia, en paz y en amor
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