En este domingo celebramos el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Solo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo: «Un solo Dios (...), tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad» (cf. Pf.). En su nombre hemos sido bautizados (cf. Ev.). «Por la gracia del bautismo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna» (cf. Pablo VI, Credo del pueblo de Dios 9). En la misa somos invitados a la mesa de la Trinidad donde el Padre, por obra del Espíritu Santo, nos sigue dando a su Hijo, el pan de vida eterna.
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