viernes, 9 de marzo de 2018

LA CUARESMA QUE QUIERE EL PAPA

Titulo este post así por dos razones. En primer lugar, porque acabamos de iniciar la Cuaresma y quiero comentar el mensaje que para este tiempo ha escrito el papa. En segundo lugar, para contrarrestar la serie de mensajes que circulan con este título y que, como ya he comentado en otras ocasiones, no se han escrito, ni dicho por él, y que según mi opinión particular, no son neutros. Es decir, que lo que mejor podemos hacer con estos mensajes es borrarlos y no contribuir a su divulgación.

El lema de este año es: “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt. 24,12).

En él Francisco nos advierte contra los falsos profetas ¿Quiénes son éstos hoy en día?

Algunos son como “encantadores de serpientes”, es decir que aprovechan las emociones humanas, especialmente las que ocurren en momentos difíciles para llevar a las personas donde estos encantadores quieren. Aquí estarían la ilusión del dinero, el placer momentáneo o la autosuficiencia.

obolo papaOtros son los “charlatanes”, que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas a los problemas, que resultan inútiles. Aquí estarían las personas que ofrecen drogas, especialmente a los jóvenes, o unas relaciones de usar y tirar o ganancias fáciles pero deshonestas. También aquí estarían los que tienen relaciones virtuales  que luego resultan dramáticas y sin sentidos. Estos timadores, según el papa, no ofrecen nada de valor y lo que es peor, le quitan a la persona lo más valiosos: la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Cada uno de nosotros debe por tanto discernir y a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

A continuación el papa habla de las consecuencias de tener un corazón frío, se apaga la caridad. Esto lo provoca sobre todo la avidez por el dinero y en segundo lugar el rechazo de Dios. Todo esto se dirige contra el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, el prójimo que no responde a nuestras expectativas.

Un testigo silenciosos de este enfriamiento de la caridad es una tierra envenenada por los deshechos que se le arrojan, o los mares contaminados, que además reciben a los náufragos de los migrantes forzosos; los cielos surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.

El amor también se muere en nuestras comunidades por la tibieza egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fraticidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse solo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.

¿Qué podemos hacer?

Según el papa, además de la medicina amarga de la verdad, el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.

La oración nos hará descubrir las mentiras con las que nos engañamos a nosotros mismos.

La limosna que nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano, nunca lo que tengo es solo mío. Cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos.

El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

La Cuaresma, en definitiva, nos prepara para vivir el fuego de la Pascua y así poder tener la misma experiencia que los discípulos de Emaús para que después de escuchar la palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico, nuestro corazón vuelva a arder de fe, esperanza y caridad.

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