Las palabras son herramientas para nombrar realidades que permanecen invisibles. Las utilizamos para conceptualizar problemas. La palabra sinhogarismo, que acaba de ser reconocida como neologismo válido por Fundación del Español Urgente (Fundéu), nos sirve para posicionar un problema que afecta nuestra sociedad en un lugar distinto y para nombrar un fenómeno social, más allá de poder nombrar a las personas que sufren sus consecuencias: las personas sin hogar.
La palabra sinhogarismo nombra un fenómeno social en el que colisionan factores individuales propios de cada persona afectada pero también factores estructurales y que tiene su origen en causas políticas, sociales y económicas que obstaculizan (o impiden) el acceso a la vivienda y a un empleo. Referirnos únicamente a “las personas sin hogar” invisibiliza la responsabilidad que tienen las políticas de vivienda, de servicios sociales y de empleo en la situación de estas personas al tiempo que las responsabilizamos de situaciones que no dependen únicamente de ellas.
Y debemos desterrar palabras como indigentes, vagabundos o mendigos que estereotipan y culpabilizan a las personas sin hogar. En estos casos, no solo no nombramos la realidad y el contexto en el que se producen las situaciones que llevan a las personas a vivir a la calle, sino que estamos usando etiquetas en las que no encontramos ni rastro de la dignidad que todo ser humano merece.
¿Y por qué hablamos de sinhogarismo en lugar de hablar de personas pobres y pobreza? Las personas afectadas por el sinhogarismo se encuentran en situaciones de pobreza extrema. Las personas sin hogar son personas pobres, muy pobres. Pero las circunstancias de una persona que no tiene una puerta que cerrar que garantice su seguridad o un baño accesible, por poner algún ejemplo, poco tienen que ver con la situación de las personas que trabajan ocho horas por 600 euros al mes. Obviamente, estas dos circunstancias son situaciones de pobreza que producen vergüenza e indignación en sociedades que aspiran al Estado del Bienestar. Sin embargo, cuando hablamos de sinhogarismo estamos nombrando, además de una situación de pobreza extrema, también una terrible situación de exclusión social, de soledad, invisibilidad y otras terribles circunstancias que acompañan a las personas que viven en la calle.
Por eso es tan importante el concepto y el uso de la palabra sinhogarismo: para poder hacer visibles esos factores económicos, políticos y sociales que hacen que hoy 31.000 personas no tengan garantizado el derecho a una vivienda digna. Bienvenida, por tanto, la palabra sinhogarismo porque la necesitamos para acabar con el problema. Hogar, sí.
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