Gracias, Señor,
porque sigues
acercándote a nosotros
como lo hiciste con la mujer samaritana,
porque nos pides el agua de nuestra vida,
nos pides el agua de nuestra humanidad.
Gracias, Señor,
porque has infundido en nosotros
la gracia de la fe,
y nos sales al encuentro
ofreciéndonos el agua
que salta hasta la vida eterna.
Te pedimos, Señor,
que enciendas en nosotros
el deseo del amor divino,
que nos hagas tener sed de ti,
y tú mismo calmes esa sed.
Concédenos, Señor, la gracia
de conocer el “don de Dios”,
y, así, proclamaremos tu grandeza
y anunciaremos tu salvación.
Amén.
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